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lampara

Esta luz nunca se apagará

Así rezaba la canción que nunca ha sido plegaria en un templo cristiano. Lema de vida y muerte para otros tantos que no acuden a la religión para mullir su almohada. Lámparas y velas que nos conducen, y a su vez sombras arrojan al vacío gélido de la noche.

Desde aquí, otra forma de verlo, otra manera de expresarlo, otro vehículo que conducir, otro barco que patronear sin rumbo, pero que dirigir hacia algún puerto. Ahora, que no se ven las estrellas comienza otra realidad.

La dualidad que rige esta virtualidad se convierte en hilo conductor para el laberinto del Minotauro. Ahora sí, y de nuevo aquí, la reflexión se escribe al claroscuro y juega caprichosa entre los rincones y los píxeles de auténtica revelación que se enciende al paso del cursor.

Otro día, otro lugar, otras letras, la misma verdad.