Como una fina niebla en el crepúsculo del amanecer, te vas de mí sin despedirte, pero dejando el intenso recuerdo de la más ardiente verdad. Siempre te marchitas entre mis dedos, pero nunca me quemas suficientemente dentro.
Te miro y te deseo, te huelo y te ansío, te tengo, y aunque lo creo, no confío en mis sentidos, desespero de mis percepciones estereotipadas, pero se afianza mi creencia en la bondad de tus jirones deshilachados, en su callada elegancia, en su discreta quietud.
Ahora que nuestro idilio, amor prohibido es, ahora, que el más difícil todavía se hace consuetudinario, me veo obligado a desearte en silencio, a añorar tu aroma acariciando mis labios. Prometo no olvidarte, pero prefiero no recordarte. Ahora todo acabó.