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Calladas las columnas y callado el templo que busco. Ausencia de palabras en la belleza de los arcos, en las redondeces de la arquitectura, en la sinuosidad venerada por estos ojos.

Sin ruidos ni artefactos que eviten centrar la atención en esas cejas de ladrillo cocido, en esas pestañas de mármol oscuro, en ese fresco candor de las mejillas del fondo y en la pequeña nariz que oculta con gracia la oscuridad de la transparente mirada.

Otra cita en la que no sé si te conoceré, otro encuentro anhelado para no disfrutar del río que nos une. Más silencio en tus palabras, en tus breves frases, en tus tibias miradas. Volvieron las ventanas a entre abrirse, de nuevo sale el sol, como siempre, callado.