Me hago el distraído mirando el otro lado del río, donde las palomas arrullan de forma repetitiva y pesarosa cerca de algunos turistas que compran cerámica y hacen fotos de esta otra orilla. Ella sigue allí, inmutable como las aguas quietas, el remanso de paz donde juegan algunas carpas con los pescadores de sueños.
Mis ojos siguen intentando esquivar su belleza, pero el imán de su rostro angelical y esas pequeñas manitas de porcelana, sosteniendo su interés, me atan con fuerza muy adentro, sembrándome como naranjo florido en el alcorque que dejan los adoquines recalentados de la tarde.
Allí mismo acabé con ella. De un duro golpe de objetivo y con la alevosía de la noche oscura en la que me había sumido… sólo puedo reconocer mi culpa por no haber preguntado que lees, por no consultarte sobre el tiempo, o el calor, o sobre el río… ese río que no nos lleva.
De nuevo y como siempre un premio que ganar, y yo perdido a kilómetros de distancia, con la esperanza y la soledad.
De perdedor nada. Bastante es estar nominado, al menos a mi me lo parece.
Saludos y gracias por la visita!