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Piedras sembradas para dar frutos inertes de secano y pavimentar el baldío camino hasta el fin de mis días. A la tormenta de verano, rayos y gotas de pedernal que rítmicamente chocan contra los cristales blindados de mi cabeza donde ahora sólo te encuentras tú.

Un estallido de frases para llenar la ausencia de contestaciones, centenares de golpes sobre el fresco de polivinilo que intentan tatuar tímidamente seis letras en este lienzo que se deshará en tus ojos. Sí, caerá la venda para que disfrutes de la verdad, aunque no sea conmigo.

Y vuelve ese momento en el que se para la noche, regresa ese momento de horas impares y de medias tintas de minutero donde la almohada da buena cuenta de mis anhelos. A la mañana, de vuelta con las golondrinas, tus ojos me miran desde ahí arriba, desde ese lugar donde no puedo tocarte… Te espero una eternidad.