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Soledad desde el lado oscuro de mi vida, y una luz cegadora y resplandeciente en la cuenta atrás de mi cambio de realidad. Asumir los gajes del oficio de ser persona, pero no caer en la personalidad huidiza del terror a perder terreno y ganar responsabilidad.

Vivir de aire y agua para hacer el matrimonio perfecto del equilibrio. Algo irreal para construir casas auténticas en los pequeños recodos del escondite más húmedo. Buscar cimientos sobre el terreno más agreste de la ausencia y buscar las escaleras cortas para llegar a las nuevas viviendas.

A la vuelta de unas calles queda vacío el solar donde se ponen los vendedores ambulantes de frascos con la esencia de la felicidad. El mercadillo abre demasiado temprano, nunca debe levantarse una persona respetable antes de la hora de cenar. Más sensaciones que no se pueden asir y que ya volaron con la brisa del amanecer.

Llega la hora de dormir en los dominios del ego, guardar la ropa y, discretamente, callar…