
Si Miguel levantara la cabeza y viera a su ingenioso hidalgo liderando las listas de ventas de libros en este país, seguramente se asustaría. Es decir, existen muchas probabilidades de que exigiera cobrar sus derechos de autor y «royalties», que no ha percibido durante los últimos 400 años.
Por otro lado, también haría un acuerdo con IKEA para que su libro se vendiera como complemento de estantería, aunque esto, durante los últimos tiempos y especialmente estas navidades, ha ocurrido.
La historia da tumbos y se emborracha con la sangre de los que no figuran en ella. Antes no había casi libros, ni acceso a los mismos. En la actualidad se compran por metros, con encuadernaciones de «colores pop» para adornar las casas, donde padres e hijos tan sólo ven la televisión.
¿Por qué no comprarlo mejor en DVD?. No quiero decir que este formato de video digital pueda sustituir a un libro, si bien, puede contribuir a que muchos neófitos de este país conozcan la obra, y que incluso se formen colectivos mitómanos al estilo Star Wars.
Estoy triste sí, como el caballero de la triste figura, valga la redundancia. Quizás el mensaje sea que vivimos en un mundo locos, o que un logotipo conmemorativo puede generar más amplia y variada opinión pública que las letras de un libro tan anciano como el de Alonso Quijano.
Descansen en paz Miguel y Alonso, y queden en su mismo osario el licenciado Vidriera, Rinconete y Cortadillo, etc, con un epitafio grabado que nos recuerde que el mundano Sancho ganó la partida.