Dos horas de dos noches bastaron para preñar mis recuerdos de tu nombre y dos motivos para adivinar la distancia y el tiempo que separan los dos puntos en los que ahora, ambos, nos encontramos.
Doce meses para buscar la docena de frases que ablanden tu corazón. Doce golpes en la puerta de tu pecho, solicitando audiencia para la hora del Ángelus, esperando que tus agujas tomen parte punzante en los apóstoles meridianos de mi cuerpo.
Un sencillo sendero sugerente y soñado, un inestable paso más en el reloj de arena, un verde de tus ojos y un pálido carácter de tu piel. Uno que aúna un ramillete para la comunión eterna. Un anexo para lograr la unidad de los labios en esa palabra que tanto te gusta.
Cuatro letras que dan un número concluso al infinito.
Cuatro más dos
Tú_yo
Tuyo