Seleccionar página

‘Sonidos de olas aullando en el aire
juegos infantiles sobre crestas
quizá alboránicas
y el sol derritiendo las horas
que caen sobre el blanco del calendario’
(Fernando R. Ortega)

Como pasa el tiempo, Amigo Fernando. Parece que fue ayer cuando escribiste esto y ya acabó el estío? Aunque, bien pensado, -y tú que ya me conoces-, ¿no es la coda del estío este otoño lento, que cada día se equivoca entre la ropa de verano y la invernal?

Creo que otra vez me equivoqué. Se me olvidó que la coda tan sólo música y verso es, mis sentidos me engañaron al leer esos versos y soñé notas, de viento más que de cuerda, sin tañidos violentos de noches de San Juan.

¿Y la ropa? Esa que tú sabes conjuntar y que yo torpemente uso para amarrar mi apariencia al entorno real. Se vislumbra el fresco anticiclón que refresca nuestras sienes, ahora que te encuentras más cerca del sur, cerca de aquí y lejos de ninguna parte.

Pasa y siéntate, aunque poca cosa soy para invitarte. Tú y yo sabemos que el mutis no nos ayuda a pensar y, claro está, de esto último nos servimos ambos para sustentar este espacio vital.

Ya el sol no derrite las horas, y el calendario se torna oscuro cuando todavía ahí sentado te encuentras. Eso sí, el sonido de las olas sigue en su propósito desesperado de apareamiento con el aire, y como dos niños pequeños, continúan mostrando sus convincentes e inocentes armas.