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‘Es bandera de niebla su poncho al viento,
Lo saludan las flautas del pajonal,
Y apurando a la tropa por esos cerros,
El arriero va, el arriero va’
(Atahualpa Yupanqui)

Camino lento de hoja caída tapizando la triste pizarra del centro de la ciudad. Menos tiempo de eternidad que nunca, recordando la fecha, recordando el lugar donde cada año se repite el desagravio.

Frígida y amarilla, la luz arroja miasmas turbias que la vista no alcanza a reconocer. Ellas llevan un germen duro e insensible de esperanza a cada participante ajado por la edad, el trabajo y la desilusión.

Como cada final de otoño, nos vestimos de blanco para el invierno de la cordura, para los excesos de la realidad. Otra vez y otra más que caigo, otra vez y otra más que desespero, otra vez y otra más, otra noche en el mismo lugar.