Al tomar asiento, los huesos de cada mes crujen bien fuerte, inmóvil permanece el firmamento, calladas y ausentes las nubes. El pensamiento, sí, se atrinchera y arrebata entre las luces de neón y cree escuchar el canto susurrado de la sirena, pero ahora en la eternidad del mar solo soledad.
Otra vuelta desde ayer y otro giro para mañana, el mismo punto de entrada y salida, la misma realidad increíble que contar y desperdiciar en palabras breves, de escasa pronunciación, de percusión sobre el plástico que ahora se torna en voz binaria.
La rueda, sin la fortuna, la misma a la que mirar, siempre soñada y anhelada. En la taquilla sube el precio, en la mano languidece la posiblidad, en los ojos se esconde el temblor y en el corazón… la verdad.