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Rueda la rueda redonda de veinticuatro radios. Expectantes los espectadores y expedita la vía para que, como cada día, la línea sin fin concluya. Tickets regalados, papeles comprados con papeles, algún indocumentado también se ha subido.

Al tomar asiento, los huesos de cada mes crujen bien fuerte, inmóvil permanece el firmamento, calladas y ausentes las nubes. El pensamiento, sí, se atrinchera y arrebata entre las luces de neón y cree escuchar el canto susurrado de la sirena, pero ahora en la eternidad del mar solo soledad.

Otra vuelta desde ayer y otro giro para mañana, el mismo punto de entrada y salida, la misma realidad increíble que contar y desperdiciar en palabras breves, de escasa pronunciación, de percusión sobre el plástico que ahora se torna en voz binaria.

La rueda, sin la fortuna, la misma a la que mirar, siempre soñada y anhelada. En la taquilla sube el precio, en la mano languidece la posiblidad, en los ojos se esconde el temblor y en el corazón… la verdad.