En las sombras busco la respuesta a por qué me escondo. Desde la estación parte el último tren hacia el ensimismamiento, billetes sin picar y más oscuridad de negro azabache en la mano del revisor callado, inmenso, controlador y envolvente.
Y en la oquedad de los ojos, más oscuridad, y en sus esferas blanquecinas más oscuridad, y en su mirada penumbra de oscuridad sin compartir. Otro parpadeo donde mis mejillas sonrojadas se aterran por mostrar colores, compromisos que esconder.
Al humo -oscuro como siempre- que sale por tu boca, ese beso lívido que quiero rozar pero que no puedo engullir eternamente en mis entrañas. De nuevo el miedo a cometer errores ante la perfección del ébano brillante.
En las sombras, otra vez, y escondido como el primer día de vida busco, encuentro, pierdo y recuerdo… Anhelo esas manos sobre mi pecho y del rostro goteante la sonrisa y el hueco llenado, y las risas de las promesas, con los ojos bien cerrados sobre ti.