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Ardiendo tras los cristales y consumiendo la vida. El baño turco de agresiones y malos entendidos, del que emana el más ácido y caliente vapor.

A la vuelta entrañas esparcidas por doquier y más presión, todo unido y encadenado a la puerta que nadie quiere abrir pero con la que todos, quieren ventilar el lugar.

Otra habitación, sí, con ventanas y mesas organizadas en galera, para forjar sueños de vagabundo que, errante, todavía recuerda algún error que cometió.

Más dolor sí, más calor y más fuego, para cocinar sentimientos a fuego lento, y constatar que siempre la sartén tiene mango, y la calle fuera está.