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La información es un bien inestimable y desde este blog, nunca argumentaremos lo contrario. Pero siempre hay que tener respeto por el lector y por sus necesidades de información. En particular, a mi me gusta leer un periódico o dos al día, para ver la realidad desde diferentes enfoques.

Ahora bien, cada día se me hace más difícil abrir un periódico, y tengo muy claro que el condicionante que influye directamente en esta conducta es la prensa gratuita. Cuando voy por la mañana a la oficina recojo los ejemplares de esas tres cabeceras, ya que es imposible para mí esquivar a los repartidores «estratégicamente» colocados.

Sí, así de triste es mi realidad a las 8:35 de la mañana de cada día. Chicos y chicas jóvenes, con abrigos rojos y verdosos, seguramente sin ganas de decirme buenos días, se afanan en entregarme el preciado tesoro de la comunicación y la libertad de prensa. Y yo regateando. Finalmente cojo el periódico, porque pienso «a ellos les pagan por eso, mientras antes acaben antes se marcharán».

Quizás no sea tan negativo este tipo de prensa, a fin de cuentas. Te puedes «informar» mientras desayunas, puedes usarlo para sentarte en un banco sucio y taparte la cabeza si llueve o hace sol, pero para conocer la actualidad de primera mano, casi prefiero Internet, donde todavía puede elegir libremente mi fuente.