Pero como matriuskas siempre queremos entrar uno dentro de otro y a su vez meter a alguien más en ese pequeño universo a medida de nuestra conciencia. Y suele pasar que germina de forma natural otro pequeño eslabón de esa misma cadena, tan parecido y diferente a las anteriores piezas.
Uno sobre otro elaboran esa aséptica barrera placentaria virtual, donde flotamos en un ambiente elegido e impuesto a la vez… extraña dictadura de lo que creemos que es nuestro.
Átomo a átomo la asociación lleva a crear un nuevo ente donde sólo somos una pieza, y mantenemos nuestra posición con orgullo, y gracias a bionomios impares, sigue incrementándose esta legión de forma silenciosa, pero de presencia escandalosa en nuestras vidas.
Otro giro inesperadamente deseado