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ojos tristes

‘Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos’
(Miguel Hernández)

Vuelta a sentir colores donde no existen. Otra vez el verde del mar que nunca he visto y el arcoiris, al que tantas veces quise acercarme sin darme cuenta que, como el cristal de mi ventana, en la percepción no existe.

Al menos unos ojos consiguieron hablarme de la verdad, aunque su color permaneciera en la gama de grises en la que vivimos. Intenté asir el reflejo que producían, ese campo magnético celosamente guardado por las pestañas que me racionaba la oscuridad de las palabras ciertas que callaban.

Empujado por una extraña sensación de familiaridad, arrojé mis pretensiones con palabras a lo que siguió una lluvia torrencial de escasa duración. Al escampar, otra vez el arcoiris, ese adorno que no me dejó ver más allá de lo que creí real. Algún lugar sobre él conservará la instantánea de mi ilusión, la cámara obscura que no virará la palidez de una palabra.