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A este lado frígido

De la pasión extrema,

Tras tus cristales

Entreabres los ojos.

Sin explicación,

Temo destruir tu magia

Con un adjetivo equivocado,

Sin la palabra acertada,

Y en cada frase busco,

cruzar el cristal

que nos separa.

Te oigo pensar,

Cuando dulce cómplice,

Soportas junto a mí

El yugo de la realidad.

Tu mirada inteligente,

Me comenta el sentimiento

Haces así realidad

Un silencio acompañado,

Llenas la habitación

Con una marea de luz

Fresca, fragante, embriagadora…

Tus manos desnudas

Evocan el erotismo reprimido

En una corta palabra,

Haciendo el clímax

Del monosílabo

Cuando observo tus labios,

Al espirar por estar

Tan harta de estar harta

De nuevo sin rumbo,

Que te falta para, sin falta,

Llegar a la áspera orilla

Desde donde te observo.

De repente un ruido,

Corta la intimidad,

Nos avisa del tiempo perdido

Y transforma la mañana,

En una noche cerrada

En la que nunca dormiremos juntos.

La luz, atenuada y discreta

Nos sirve de paraguas

Bajo el inclemente chubasco

De palabras inconexas,

De frases inconclusas

Que animan nuestra boga

En la galera de ensueño.

Llega la hora.

Mi corazón se torna contento,

En una paradójica separación.

Se marcha tu aroma,

Que nunca cenará conmigo,

Parte la dulzura que no besará

Mis labios con el amargo café.

Tan sólo se desvanece tu cuerpo,

Arropando a mi recuerdo

Para que descanse

Hasta el próximo día,

Hasta la próxima hora,

Minuto, segundo…

La eternidad desolada

De mi Diosa cansada,

Ha convertido este mundo

En tríptico de colores

para mi retina duotona.

(Zhagirae, 2004)