Parece el título de una película, pero no, es la manera más simple de describir una relación de amor-odio entre un ordenador y un humano. Sí, cliente de correo, te necesito para mi actividad diaria, no puedo dejarte, pero… Ya es demasiado. Por enésima vez me traicionas y me dejas vacía la bandeja de entrada. Nunca te inclinas por los elementos enviados o los eliminados.
Mira que he intentado serte infiel de todas las maneras que conozco: con Eudora, Thunderbird, Ópera e incluso Lotus Notes… Siempre pasa lo mismo. Son menos operativos para el trabajo diario, no todos están en español y es más difícil configurar una cuenta de correo que encender un cigarro en Tarifa.
Y un cliente on line ¿para cuando? ¿Porqué Gmail, además de prestarnos sus servicios y darnos una cuenta con su nombre, no nos permite utilizar nuestra cuenta, a modo Passport para poder gestionar nuestros correos?
Sigo sin entender por qué después de tanto penar con la tecnología, esta no evoluciona hacia la ubicuidad y comodidad de identificarte desde cualquier parte, con tu login y tu password, sin preocuparnos de carpetas de correo que se pierden y programas que misteriosamente ‘cascan’.