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Estoy esperando a la noche para mirarte a los ojos. Después de un mes de luz sin tu calor, llega la eterna oscuridad en la que deseo cobijarme, languidecer líricamente en la penumbra de tus dos lunas oscuras, retozar con la almohada de tu tolerante, discreta e inteligente sonrisa.

Y tú, aunque disimulada siempre coqueta, jugueteas con dos cerezas bien rojas, sabiendo que no me distraerán de tu mirada. Intento pensar en ellas, intento llegar a esa esencia irreal para entregarte el dulzor sin dañar la piel. Siempre me gustaron tus retos imposibles.

Ahora me encuentro enlazando letras rojas con sabor a cereza esperando la aceptación de tus labios. Me esfuerzo, pero no logro ese zumo concentrado que dé frescura a tus ideas. Siento ser tan pequeño para tu necesidad.

Siempre sigo aquí.