Las nubes y sus estolas blancas, visitantes efímeras del exiguo invierno. Ni lluvia, ni frío, ni nieve… Nada.
Sólo una frialdad fingida de calendario recién estrenado. Copos ausentes e infundidos en las aceras turbias, abrigos en paro, subsidio de cálidez para la impaciencia.
Guantes sin tacto para tus osadas manos y bufandas afónicas, deprimidas y agnósticas, plegadas en una plegaria, languidecen en tu armario.
Una azulado gris de medio día con su toldo echado, echando el sol. Riego para hacer charcos en el erial llaneado, incomprendidas botas para el agua, esa que sólo puedo soñar.