
‘Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.’
(Leopoldo María Panero)
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.’
(Leopoldo María Panero)
Cenizas con olor a incienso, para el túmulo de mis días, sin templo derruido y reconstruido en tres días. De un lado la corona, y del otro el bastón donde se apoya este epitafio.
Quilombo del sentimiento en alquiler, y tenue viento con olor a yerba mate, palabras lindas de vestidos cortos, largos tragos en la pulpería. Blanco de fondo negro, con fantasmas amarillentos en la ontananza, oficiantes de las exequias.
Más allá del reino, de donde se encuentra escondido, el lienzo envolverá la osamenta en un sarcófago de poesía.